Llevaba casi dos décadas soñando con ver a los alemanes Rammstein en directo. Por diferentes motivos, no había podido hacerlo hasta este 2023. Esta es la crónica de una experiencia arrolladora que destroza todas las expectativas que tengas, por muy altas que sean.
Las estrellas siempre llegan tarde
La tarde era calurosa y Madrid un auténtico infierno de bocinas, atascos y sirenas en los aledaños del Civitas Metropolitano. Por suerte, uno lleva años perfeccionando la supervivencia al calor extremo (cosas de ser de Sevilla), y a eso de las ocho de la tarde, la temperatura era bastante soportable. Tras beber y comer algo justo antes de entrar, nos apresuramos a buscar nuestros asientos, pensando que las teloneras, Abelard, ya habrían actuado. Pobres ilusos.
Sentados en grada, al fondo del estadio y lejos del escenario, uno se plantea si no hubiera sido mejor idea pagar un poco más por entradas de pista… si es que las conseguía, claro. El sitio finalmente resultó ser perfecto, ya que nos permitía descansar mientras las dos jóvenes pianistas de Abelard desarrollaban su repertorio, basado en canciones de los propios Rammstein. Puro onanismo musical el de los alemanes.
Terminaron las chicas a una hora en la que los cabeza de cartel ya deberían haber empezado a tocar. El público se impacientaba por momentos, debido al gran retraso que llevaba el concierto. Pero a eso de las 22:20 el estadio entero se apagó para recibir a Rammstein. La intro dio paso a Rammlied, y desde el primer momento, los alemanes mostraron sus cartas. Un montaje apabullante, un sonido espectacular incluso en esa zona más alejada del escenario… Quedaba todavía mucho por delante, pero las primeras sensaciones eran inmejorables.
Un estadio en llamas
Poco a poco, los germanos fueron desgranando un repertorio que no cambiaría un ápice a lo que ya venían tocando en la gira europea de estadios. Canciones como Sehnsucht o Angst mostraban la parte más agresiva del grupo, mientras el montaje de luces se iba haciendo cada vez más y más espectacular. Y entonces llegó Deutschland y el concierto por fin rompió en locura.
La parte del set que comienza con ese inmenso himno se compone de cuatro temas más, imprescindibles en la discografía de los alemanes. Sonó la poderosa Radio, que dio paso a Mein Tell, con Till haciendo de cocinero con lanzallamas sobre su teclista. Las llamaradas aparecían por cualquier parte y el fuego se convirtió en protagonista. Y entonces el grupo atacó con Du Hast, y uno, al sentir el achicharrante calor de una llama de veinte metros en el rostro, no puede más que sonreír y pensar «para esto hemos venido».
Porque al final eso es Rammstein. Puro show, un espectáculo de luces, fuego y música que arrolla incluso a los más curtidos, que emboba hasta a los que ni siquiera disfrutan del metal industrial. Las canciones posteriores se disfrutaron muchísimo, y volvieron las llamas y los fuegos artificiales, pero aquel Du Hast fue, para la mayoría, el punto de inflexión definitivo del concierto.
Una experiencia que hay que vivir
Los conciertos de Rammstein siempre han estado rodeados de toda esa mística que los hacía especiales, diferentes. La gente con la que hablaba días antes, y que ya los había visto en directo, no encontraban apenas palabras para describir la emoción que sintieron durante el show. Y he de decir que uno, no sé si por la propia sugestión o por todo lo que se le viene encima cuando tiene delante a los alemanes, sale de allí totalmente apabullado.
Las cosas andan revueltas en las entrañas del grupo, y las noticias no son nada halagüeñas. ¿Es descabellado pensar que estamos asistiendo tal vez a la última gran gira de los germanos? Si fuera así, este que escribe al menos podrá decir que disfrutó de Rammstein en directo.
Os animo a escuchar la entrevista a Fujita que realizamos hace unos días y en las que vais a encontrar mucha información interesante sobre esta banda que tanto está dando que hablar.