Hoy os traigo la crónica de Ruïnosa y las Strippers de Rahola en Madrid. En medio de tacones lejanos que evocaban a la inolvidable Marisa Paredes en su papel de Huma Rojo, Ruïnosa y las Strippers de Rahola encendían la fuente de los deseos Queer en la noche del sábado. El Wurlitzer Ballroom, convertido en un templo de luces ardientes y cuerpos vibrantes, se preparaba para una celebración donde la belleza exuberante y la irreverencia se abrazaban sin miedo.
Desde el primer acorde, la banda impuso su ley. Con la furia de un desfile punk y la elegancia desgarbada de Vivienne Westwood, Ruïnosa y las Strippers de Rahola emergieron como un torbellino de ruido y pasión. Soy catalana fue su grito de guerra, un estallido de identidad que atravesó la sala y erizó cada piel presente. A su paso, dejaban rastros de maquillaje corrido, ecos de alaridos y el sudor compartido de una audiencia entregada.
El show avanzaba como un ritual: danza, fuego y redención. Entre golpes de batería y distorsión desbocada, la banda se movía con la gracia feroz de ángeles caídos en un club clandestino. Su estética, a medio camino entre el glam descompuesto y la escena drag neoyorquina de los 80, desafiaba cualquier norma. Los corsés apretados, las medias rasgadas y los labios oscuros eran más que atuendos: eran una declaración de libertad. Con Cura cura, el ritmo se aceleró hasta el frenesí, solo para caer en un trance hipnótico con The Séance, una melodía que parecía invocar a los espíritus de Almodóvar, flotando entre el bolero y el punk.
Pero la despedida aún guardaba una última llamarada. Marrana Jurásica, baterista de la banda, con un atrevimiento similar a la de una moderna Divine, tomó el micrófono y convirtió la escena en un delirio extraterrestre. Imitando a E.T. con su ya característica mascara , entonó E.T.S. mientras el público, entre risas y éxtasis, se dejaba llevar en un último estallido de desenfreno.
Y entonces, la música rompió las fronteras del escenario. Como una visión sacada de un cuadro de Delacroix, Ruïnosa y las Strippers de Rahola descendieron entre la multitud, arrastrando con ellas a todes aquelles que sentían en la piel el latido de la revolución. Tacones resonando en el asfalto, sombras de neón reflejadas en rostros sudorosos, gritos ahogados en la madrugada: la Gran Vía, por un instante, les perteneció. La noche no se extinguía, se transformaba. La revolución travesti ya no era solo un espectáculo: era un incendio imparable.
Espero que os haya gustado la crónica de Ruïnosa y las Strippers de Rahola en Madrid. Os recomiendo además otro contenido de interés:
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Crónica y fotos de Nicolás @_utope_