Hace unos días tuve la suerte de poder asistir a uno de esos conciertos irrepetibles que le hacen a uno vivir la música. Una cita imprescindible para los amantes del garage power pop punk. Y eso es lo que quiero transmitir ante todo con mi crónica de The Spitters en la Casa con Ruedas, que este tipo de experiencias es de las que uno no olvida.
No voy a insistir en el encanto de la Casa con Ruedas, porque ya os hablé de este lugar cuando escribí la noticia de este concierto, así que ahora me centraré en lo vivido.
Todo comenzó un viernes a las 22:00 de la noche cuando The Spitters hizo acto de presencia. Demostraron ser una banda sin reglas, sin ningún guión preestablecido y que actúa a base de impulsos y sobre todo, de personalidad. Por qué si algo ví encima del escenario fue eso, rebeldía noventera. Cuando hablo de «impulsos» me refiero a los del batería, levantándose al terminar cada canción, gritar algo en inglés con acento francés y con unos calzones rojos (título de una de sus canciones por cierto). Si digo personalidad, me refiero, por ejemplo, al vocalista con su forma natural de sentirse en el escenario; o a la frenética electricidad que desprendía el guitarrista con sus rápidos movimientos. Todo ello sumado a la interacción constante con el público.
The Spitters son franceses, y aunque el español no sea su lengua materna, no dudaron en aventurarse a decir algunas palabras clásicas de nuestro amplio vocabulario en español, que no escribiré, porqué todos sabemos qué palabras aprende uno cuando se acerca a un nuevo idioma. Buscaban la cercanía, la espontaneidad y el feedback de un público que conectó con ellos después de algunas buenas acciones y también Rock and Roll. En resumen, una puesta en escena – o como se diría en francés mise en scène -, digna de una película de Tarantino.
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Cuando algo nos gusta es difícil olvidarlo. La mente trae momentos que nuestro cuerpo recuerda y nuestros músculos, a veces, repiten el gesto. Es una sensación extraña y a la vez bonita. Tratar de mantener vivo un buen recuerdo antes de enterrarlo en algún lugar de nuestra oscura mente. Y al igual que la exageración, todo conforma una amalgama que confluye en un recuerdo.
Conclusión de la crónica de The Spitters en la Casa con Ruedas
Como mente curiosa que soy, hay cosas que siempre me sorprenden. La primera es, -¿Qué hace una banda francesa de gira por España, parando en una pequeña localidad llamada Daimiel? – Tal vez por qué en toda Ciudad Real no hay ningún sitio sino allí donde poder gritar «fuck police» sin que el vecino llame a la policía; o porqué Las Tablas de Daimiel son un buen lugar para pasear de resaca? Sí, yo también lo pienso. La segunda, ¿Por qué no había Sold Out? Allí estaba yo en mitad del concierto, a veces en primera fila; y otras, en mitad de todo aquel mar de cerveza vacía o casi por terminar. Aún así salir y ver que sobraba espacio en las últimas filas me dejaba un mal sabor de boca. -Entonces qué fallaba, la ciudad, el grupo o el marketing? ¿Qué ocurre con las nuevas generaciones? ¿Desde cuando Mick Jagger ha dejado de ser noticia para empezar a ser olvidado?
Una vez terminado el concierto cogí mi chupa de cuero y salí de allí buscando mi chopper. Ah, que no tengo. Entonces pensé en coger un cigarrillo. No, si yo ya no fumo. ¿Qué clase de concierto deja esta sensación de querer comprarse una guitarra para destrozarla contra el suelo?
Gracias Ángel y a La Casa Con Ruedas por el trato 😉
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- Crónica de Dani Fernández en Barcelona.