Encuadrado en la estrategia de lanzamiento de su nievo álbum Opera, los italianos lanzan un nuevo single; I Can Never Die. En la entrada de hoy analizaré este nuevo lanzamiento de la banda de Death Metal Sinfónico.
I Can Never Die: aperitivo sublime
No es secreto para nadie mi devoción hacia las creaciones de Fleshgod Apocalypse. Podría extenderme a lo largo de innumerables líneas para justificar esta admiración, pero prefiero que los hechos hablen por si solos. Desde aquel primer álbum Oracles, el camino recorrido por la banda ha culminado de manera que se han convertido en un referente del género. Esto no es mera opinión; las últimas composiciones de la banda dan muestra de ello, pudiendo gustarnos más o menos, pero siendo innegable la calidad de la producción. I Can Never Die no es la excepción y estamos ante un anticipo de lo que estoy seguro va a ser un álbum excelso.
¿Cambio de ciclo?
Debo empezar este análisis haciendo una reflexión general, cimentada en la escucha de los anteriores singles. La banda parece haber cerrado un ciclo compuesto por sus dos últimos álbumes, ya que podemos percibir ciertos cambios en el estilo compositivo. Nos encontramos ante obras con un carácter más directo, menos adornado o sobrecargado si se quiere, al menos en lo referente al apartado orquestal. Otro cambio reseñable es la decisión de (al menos por el momento) minimizar el uso del falsete por parte de la soprano. En las nuevas creaciones, hemos visto cómo crece la importancia del coro, en detrimento de la orquesta, lo cual sin embargo, encaja perfectamente con el título escogido para su próximo álbum.
I Can Never Die comienza con la contundencia del coro reforzado por la batería, que tras la primera participación del cantante, explota en una vorágine salvaje, donde percusión, guitarras y voz, conforman una cacofonía que culmina en el estribillo, a cargo de la soprano. El tema continua con una momentánea calma que contrasta con la fuerza del estribillo. La parte central de la canción «respira» un poco y adquiere un tono más emotivo, alcanzando el clímax en el solo de guitarra y en un dueto voz/piano que se desangra en el último estribillo, arponeado por la impresionante precisión y velocidad de la batería de Eugene Ryabchenko.
Espero que os haya gustado esta reseña y aquí os dejo otras entradas que espero que sean de vuestro interés: